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El obrero como símbolo sexual

Luis noviembre 11, 2022

El deseo es algo tan básico y tan propio de cada uno de nosotros, que es imposible intentar cotejarlo a una definición común. Es como la belleza o el atractivo, conceptos que dependen mucho de la persona que está otorgándolos o juzgándolos, más que de la que lo posee. Podemos sentir deseo material por comprar un nuevo auto, o por tener una casa más grande, y son situaciones naturales en las que queremos aspirar a algo más. Una vida mejor, más estable, más tranquila, más segura. O eso es al menos lo que nos venden. Esa aspiración funciona dentro de nuestro mercado actual como la zanahoria delante del burro, un objetivo deseable que seguramente jamás conseguirá. Con el paso de las décadas y la supuesta creación de la clase media en los países desarrollados hemos ido perdiendo poco a poco esa visión obrera de raíz. La que todavía se mantiene en muchos barrios y poblaciones que dependen del trabajo físico, más duro y sacrificado. El obrero como tal se ha difuminado tanto que incluso se ha llegado a convertir en símbolo sexual para la cultura de masas.

Y cuando hablamos de obrero, más que de clase trabajadora, nos referimos a aquellos que laburan en obras, en fábricas, y que hacen de sus propias manos sus herramientas de trabajo. Hombres que representan, de hecho, el prototipo de clase obrera, tan estudiada ya en el siglo XIX cuando surgieron las primeras fábricas. Suelen ser personas que desde fuera son vistos como mano de obra solo útil por su fuerza y resistencia. Su valor añadido es mínimo en tanto que no aportan nada al proceso creativo de la empresa, o a su mejoría en los aspectos de innovación y desarrollo. De eso se encargan los grandes jefes, los licenciados, los estudiados. El lugar de los obreros está en la fábrica, en las máquinas, en los andamios de las obras, pasando frío o calor durante interminables jornadas de trabajo. Un sacrificio que se ha intentado romantizar desde las élites como el verdadero trabajo que dignifica, a pesar de ser peligroso, precario y estar mal pagado. ¿Cómo se ha llegado a convertir esta figura en un icono sexual?

Hombres muy masculinos y fornidos

Debido a la necesidad de estar fuertes para realizar un trabajo muy físico, los obreros suelen ser personas muy musculadas, o al menos, con mucha fuerza en los brazos. La actividad física que llevan a cabo cada día es muy demandante, y suelen estar en forma de manera natural, incluso comiendo mucha cantidad.

Es por esto que en muchas ocasiones se ha romantizado el cuerpo del obrero que trabaja como albañil, por ejemplo, con unos músculos fuertes y un abdomen perfecto. Evidentemente, eso no se consigue solo con el trabajo en la fábrica o en la obra, sino también con mucho ejercicio en el gimnasio, con una repetición constante de ciertos patrones. Sin embargo, el estereotipode hombre fornido y con musculatura perfecta ha trascendido gracias sobre todo a la acción de las películas y series, dentro de la cultura popular.  

Anuncios, películas y series

Para que una figura así se convierta en todo un estereotipo se necesitan años y años de exposición pública permanente. A veces basta con que una película protagonizada por un fontanero, por ejemplo, se vuelva muy popular para que el estereotipo cale. En el caso de los obreros, al tener diferentes oficios dentro de un mismo sector, es más fácil representarlos en todo tipo de ficciones. Si tuviéramos que destacar alguno, seguramente nos decantaríamos por el anuncio que lanzó Coca Cola en los años 90, protagonizado por un obrero muy atractivo, que siempre paraba a la misma hora para tomar su refresco. Las mujeres de una oficina cercana le observaban desde una ventana, con evidente deseo. El trabajador tenía un buen cuerpo y también bastante vello corporal, algo muy habitual en la época para los “hombres atractivos”.

Esto también servía para identificar qué rasgos entendían las marcas que resultaban llamativos a sus consumidores. Aquel anuncio era, de todas formas, una vuelta a las reminiscencias de los años 70 y 80, donde los obreros habrían protagonizado numerosas películas de carácter erótico. ¿Cuál era el público objetivo de ese cine? Hombres de mediana edad, la mayoría de ellos con trabajos poco sofisticados, que se sentían identificados no con el hombre del maletín, sino con el que llevaba el mono de trabajo. Ocurría lo mismo con las series de la época, representando a estos obreros como varones rudos, casi agresivos, algo primarios, pero buenos amantes. Se buscaba, por un lado, generar ese estereotipo del macho que seguía siendo muy hombre, y por otro, llamar la atención del público femenino para que también se interesara por el producto. Porque el sexo vende para ambos géneros, no solo para los hombres.  

También en el porno

Los filmes eróticos de los 70 y 80 bebían de la influencia de la industria pornográfica, que en aquella época ya había despuntado. Con bajos presupuestos y actuaciones mediocres, las películas porno de antaño ofrecían al menos algo más de historia que las escenas que vemos hoy en día en las plataformas. Por tanto, era habitual que hubiese un mínimo guion en ellas, organizado en torno a las aventuras de un hombre que solía encontrarse con muchas mujeres y disfrutar del sexo con ellas. Las películas eróticas iban por el mismo camino, solo que dejaban a un lado las escenas explícitas. Había desnudos, eso sí, y escenas de cama, pero nada de sexo real en pantalla.

Así se consiguió que estas películas pasaran la censura en países como Argentina, México o España, para seguir formando ese estereotipo del obrero no muy inteligente, pero sí buen amante. Hoy por hoy, las productoras siguen utilizando en muchas ocasiones ese personaje para sus escenas, aunque con un prisma algo más caricaturesco. Han entendido que el estereotipo se ha ido de las manos y hoy por hoy resulta ridículo colocar a un hombre con peto de trabajo y casco representando a los obreros en general. Como suelen hacer con muchas escenas, le dan un toque más cómico, en situaciones inverosímiles donde dichos obreros encuentran, por pura casualidad, la oportunidad de disfrutar de sexo con una chica guapísima. Brazzers, por ejemplo, llevó a cabo toda una serie de escenas de gran éxito con su estrella Johnny Sims como protagonista.  

Un estereotipo que pervive

El problema de los estereotipos es que aunque parten de una situación relativamente real y comprobable, generalizan demasiado y es fácil tirarlos por tierra. A poco que acudamos a cualquier obra o fábrica podremos comprobar que ni mucho menos todos los obreros van a encajar con esa imagen que se vende de ellos en esos anuncios.

Los hay de todo tipo, y en muchos casos incluso se prefiere a obreros más delgados pero con más resistencia, que a otros demasiado fornidos. Todo dependerá también del trabajo físico que se realice, y de la propia constitución del cuerpo del varón. Es como si esperamos que todas las secretarias sean guapísimas y sensuales solo por lo que se nos ha vendido desde la industria del entretenimiento. La realidad es muy diferente, aunque a veces í que encaja con esas ideas preconcebidas que tenemos.